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domingo, 1 de enero de 2023

INTELIGENCIA ARTIFICIAL: La incógnita europea

Los últimos avances en materia de inteligencia artificial (IA) hacen pensar a algunos que esta disciplina será epicentro de una revolución que abarcará un amplio abanico de industrias. “La educación, el marketing, el comercio electrónico, la medicina y el transporte son algunas de las candidatas idóneas para beneficiarse con la presente aceleración tecnológica” afirman sus propulsores... demasiado perfecto para ser verdad. No hace falta decir que los países que dominen la IA y lideren su desarrollo tendrán un papel protagónico en los próximos años. China, EE.UU. y Rusia han tomado la delantera desde el punto de vista la investigación y la explotación comercial de esta rama de las ciencias de la computación. Europa, por su parte debido a la nefasta dependencia estadounidense que le impide tomar sus propias decisiones - ya que todo debe “consultarlo” previamente con Washington - se encuentra como podéis imaginar, muchos pasos atrás, según da cuenta Forbes. Cabe precisar que el desarrollo de la inteligencia artificial no es algo que haya surgido en la última década. Las primeras investigaciones comenzaron a finales de la década de 1950. De hecho, un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, había conseguido en 1966 desarrollar un sistema de identificación de compuestos químicos llamado “DENDRAL”. Ya en 1970, la Universidad de Northwestern ya había empezado a aplicar la IA en el ajedrez informático con una serie de programas que podían jugar partidas con los humanos. Y, a medida que pasaba el tiempo, los resultados empezaban a acelerarse más y más. Como recordareis, en 1997, una IA de IBM venció al campeón del mundo de ajedrez Garry Kasparov. Luego, entre otras cosas, llegaron los avances en conducción autónoma, fotografía computacional, servicios de reclutamiento predictivo, la agricultura, la meteorología. La lista es enorme... y los riesgos también. Pero en el 2022 la IA empezó a estar en boca de todos con la llegada de generadores de imágenes como DALL-E 2, Stable Diffusion 2.0 e IMAGEN, asistentes de programación como GitHub Copilot y sistemas de predicción de la estructura de las proteínas como AlphaFold. Y, por si eso fuera poco, cuando todavía no acabábamos de recuperarnos de aquellos lanzamientos, OpenAI apareció en escena con ChatGPT, un bot conversacional que tardó solo algunas horas en convertirse en un fenómeno en Internet. El bot está basado en GPT-3.5, una versión avanzada del aclamado GPT-3, un modelo de lenguaje autorregresivo que desde hace tiempo se licencia y está presente en una gran cantidad de apps. Los avances más prominentes provienen de empresas como la mencionada OpenAI, Alphabet, Met y Microsoft. China, también está presentado atención a la IA con productos que están siendo desarrollados por Baidu, Huawei e Inspur. Lo mismo podríamos decir de Rusia. Entonces, ¿qué está pasando con Europa? Un informe de Future of Life Institute señala que el continente no está haciendo lo suficiente como para obtener un impacto sustancial en el universo de la IA desde el sector privado. El instituto dice que las empresas europeas no están dispuestas a invertir la enorme cantidad de dinero y recursos computacionales que exige estar a la vanguardia de este desafío. Lo cierto es que, como mencionamos arriba, el mundo no se detiene y son cada vez más las industrias que tienen sed de inteligencia artificial para mejorar sus procesos. En este sentido, según el informe, las empresas europeas terminaran dependiendo de sistemas desarrollados en otras regiones - especialmente de los EE.UU. - pagando por ellos y alimentando gratuitamente sus algoritmos con su uso. Cabe señalar que, en materia legislativa, Europa ha sido pionera en aprobar la postura sobre el ‘Informe sobre Inteligencia Artificial en la Era Digital' que pretende marcar las pautas a seguir para la regulación de la IA. El continente, sin dudas, quiere explotar la industria basa en la IA, por lo que queda estar atentos a sus próximos movimientos para saber si consigue o no sortear la peligrosa dependencia de tecnologías desarrolladas fuera de su territorio.
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