TIEMPO RE@L

miércoles, 7 de noviembre de 2018

THE CHINESE SOCIAL CREDIT SYSTEM: Una tecnología para medir el "valor social" de cada ciudadano

"Queridos pasajeros, aquellos que viajen sin billete, que se comporten desordenadamente o que fumen en lugares públicos serán castigados de acuerdo a las reglas y su comportamiento quedará registrado en el sistema de créditos e información individual. Para evitar cualquier registro negativo en su crédito personal siga las normas y cumpla las órdenes en el tren y la estación". Esta cita no corresponde a la voz de una telepantalla en 1984, la novela de George Orwell, o a un extracto del primer capítulo de la tercera temporada de Black Mirror en el que aspectos clave de la vida de las personas como el empleo de transportes públicos o la posibilidad de alojarse en un determinado hotel se encuentra condicionada por su puntuación en una red social global. El fragmento es una grabación real de un tren en Shanghai que muestra la punta del iceberg del sistema de crédito social puesto en marcha por el Partido Comunista chino. Real pero, al mismo tiempo, mucho más aterrador, preciso y perfecto que la distopía narrada en ambas obras de ficción ya que se trata de la vida real. El sistema de créditos sociales chino, que ya se encuentra en funcionamiento, otorga una puntuación a cada uno de sus ciudadanos en función de sus hábitos cívicos, su estilo de vida, las páginas web por las que navega, de lo que compra en internet y de otras variables como sus infracciones de tráfico. Una puntuación que marca la posición de los ciudadanos en la escala social del país de modo que, aquellos con un crédito alto, tendrán derecho a un trato preferente por parte de la Administración. "Mantener la confianza es glorioso y romper la confianza es una desgracia", sostiene un documento público del Partido Comunista en el que se explica el proyecto. Un escrito en el que la palabra "confianza" aparece 105 veces y en la que se detallan algunos comportamientos y actitudes que conllevan la "romper la confianza". Aquellos con una puntuación baja, los que "rompen la confianza", se están enfrentando a represalias como la imposibilidad de acceder a determinados puestos de trabajo, la prohibición de comprar billetes de tren o avión, de alojarse en los mejores hoteles, de que sus hijos vayan a un buen colegio o, incluso, que el estado les quite a sus mascotas. Todo eso además de ser incluidos en listas negras públicas de malos ciudadanos. Una serie de castigos que, más allá del papel, ya se están produciendo. Por ejemplo, a 12 millones de chinos ya se les ha prohibido de comprar billetes domésticos de avión y tren. Un sistema de control político y social que, según el proyecto redactado por el partido comunista chino, es "una base importante para implementar de manera integral la visión del desarrollo científico y construir una sociedad socialista armoniosa, es un método importante para perfeccionar el sistema de economía de mercado socialista, acelerando e innovando la gobernanza social, y tiene una importante importancia para fortalecer la conciencia de sinceridad de los miembros de la sociedad, forjar un entorno crediticio deseable, elevar la competitividad general del país y estimular el desarrollo de la sociedad y el progreso de la civilización". Un proyecto que, según dicho texto, se enmarca en el interés del "Comité Central del Partido Comunista Chino para las opiniones del Estado buscando el fortalecimiento y la innovación del manejo de la sociedad". El sistema crédito social de China es posible gracias a la combinación e integración de varias tecnologías como el big data, el reconocimiento facial y la monitorización de internet en un entorno cuyas libertades no son comparables a los de una democracia occidental y ayudados por más de 600.000 cámaras de vigilancia con inteligencia artificial. Pese a que los castigos y represalias son conocidas, el funcionamiento del algoritmo que determina la posición de un individuo en la escala social es incierto. Gran parte de los datos que otorgan la puntuación de cada ciudadano en el sistema de crédito social provienen de los historiales de internet de los chinos, aunque también se tienen en cuenta factores económicos -como retrasos a la hora de pagar las facturas- o sanciones administrativas y/o penales que castigan comportamientos incívicos. El sistema también tiene en cuenta un componente moral, y con un carácter más aleatorio, a la hora de asignar el valor crediticio de cada ciudadano. Las compras frívolas, jugar a videojuegos, publicar fake news e, incluso, determinados comportamientos, que no son constitutivos de delito, en las redes sociales pueden tener un impacto negativo en la puntuación de cada ciudadano, según explica Foreign Policy. En este ámbito, uno de los posibles castigos a los que se pueden enfrentar los ciudadanos con una baja puntuación es una merma en la calidad de su conexión a Internet. Sin embargo, la lista de castigos es larga y la presencia de un individuo con una baja puntuación puede afectar a otros de su entorno social, pese a que estos gocen de un valor mayor en el sistema de créditos. Esto le sucedió a un estudiante de universitario que vio su admisión revocada debido a que su padre tenía una baja puntuación en la escala de crédito social. Un caso recogido incluso por los medios estatales chinos que citan otros ejemplos de jóvenes a los que se les impidió acceder a instituciones educativas por la mala puntuación de sus padres. Los medios de comunicación, bajo control público y estricta censura, juegan un papel importante a la hora de generar una política de miedo y represalias en esta línea. El citado documento del Gobierno chino explica así su papel. "Reforzar la propaganda relativa a la lista de personas perseguidas por romper la confianza y castigadas en su crédito, dar rienda suelta al papel de los medios de comunicación en la propaganda, la supervisión y la orientación de la opinión pública. Utilice los periódicos, la televisión, los medios online, etc., para hacer pública la información relativa a las personas sujetas a persecución por romper la confianza, el castigo que reciben, etc., crear presión en la opinión pública y ampliar la influencia y la disuasión del sistema de listas de nombres para personas sujetas a la persecución por romper la confianza". Entre los castigos más severos fruto de una baja calificación en esta escala se encuentra la prohibición de viajar al extranjero, de comprar una vivienda, de tener una tarjeta de crédito, perder la tutela de tu perro o, incluso, de acceder a un buen empleo en cualquier empresa o institución que tenga relaciones con el sector público nacional o que ejerza su actividad en ámbitos relacionados la manipulación de potencialmente tóxicas y de alimentos o de ostentar cualquier cargo de responsabilidad en ámbitos como la minería, la industria química o la producción de petardos y fuegos artificiales. Las personas con una "confianza" baja también se enfrentan a problemas a la hora de conseguir empleos en el sector privado. Un comunicado del gobierno anima a las empresas a consultar las listas negras antes de contratar a nuevos empleados. Unas listas negras que en algunos casos se encuentran publicadas en Internet pero que, en el caso de algunas localidades y provincias, también existen en un formato físico y se publican en tablones de anuncios en los que, además del nombre, aparece una fotografía de aquellos ciudadanos que "han roto la confianza del partido". Esquizofrenia en estado puro :(

LEICA M10-D: Fuera de lo común

¿Una cámara digital sin pantalla trasera ni visor electrónico y con una palanca de arrastre que no sirve para nada? Sin duda puede parecer descabellado, pero si alguien se podía permitir lanzar un modelo así es Leica. Una marca que, como sabréis, “va a su aire” en el mercado fotográfico como lo demuestra el lanzamiento de la Leica M10-D. Ya hace unos meses nos “sorprendíó” con la Leica M10-P, una peculiar versión de la Leica M10 que presumía de silenciosa (por su escasa rumorosidad) y discreta, al prescindir del típico logo de color rojo de la firma. Una característica que también comparte con la M10-D, cuyo aspecto es similar por la parte frontal. Sin embargo, si vamos más allá rápidamente encontramos grandes diferencias. Especialmente en la parte trasera donde encontramos una superficie en la que brilla por su ausencia la típica LCD de las cámaras digitales, sustituida por una rueda de control para la compensación de exposición y para conectar la cámara vía WiFI. Porque así, a través de la conexión con un smartphone en el que hayamos instalado la app Leica Fotos, es la forma que tenemos de ver las fotos que hayamos realizado con la cámara (incluso de ajustar algunos detalles de la toma más allá de los fundamentales). La idea es similar a la de la Pixii, y por eso también cuenta con almacenamiento interno para las fotos (dos Gigabytes en este caso), aunque incluye también una ranura (oculta) para tarjetas de memoria SD. Eso sí, en este caso para ver las imágenes también hay otra posibilidad: La de adquirir un accesorio opcional llamado Leica Visoflex que es una suerte de visor electrónico adicional. También es destacable, cómo no, la inclusión de una palanca de arrastre en la parte superior que imita las que llevan las cámaras de película química sin motor, para hacer avanzar la película y montar el obturador. Y decimos “imita” porque sin duda es algo más estético que funcional, ya que no tiene otra misión que la de apoyar el dedo pulgar. Por lo demás, la Leica M10-D (como la M10-P) comparte muchas características con la M10 original, la telemétrica más puntera de la casa: Sensor de formato completo de 24 Mpíxeles, procesador Maestro II yvisor telemétrico. Sus medidas son de 139 x 37,9 x 80 mm y su peso de660 gramos (con batería). La Leica M10-D se pone a la venta de forma inmediata por un precio de, según DPReview, ocho mil dólares (que muy probablemente sean la misma cantidad en euros); 575 dólares más si queremos el accesorio Leica Visoflex. Sin duda un precio al alcance de pocos para una cámara original como pocas :)

domingo, 4 de noviembre de 2018

BITCOIN: Diez años de turbulencias afrontando un futuro incierto

El bitcoin cumple diez años durante los cuales ha dado el salto desde el internet más profundo hasta protagonizar una burbuja especulativa, y afronta un futuro incierto debido a las dudas sobre su utilidad y su estatus legal. Como sabéis, la madre de todas las criptomonedas vio la luz un 31 de octubre del 2008, en un documento distribuido entre un grupo de ciberactivistas por un tal Satoshi Nakamoto - cuya verdadera identidad sigue siendo hoy un misterio - aunque los primeros bitcoins no se pusieron en circulación hasta comienzos del 2009. Desde entonces, esta revolucionaria moneda digital ha movilizado por igual a legiones de entusiastas y de escépticos, ha inspirado la creación de incontables criptodivisas y ha dado lugar a mercados multimillonarios, que se han visto sacudidos por bruscos altibajos y por diversos casos de hackeo y fraudes. Economistas, "seguidores" del bitcoin y expertos en finanzas digitales discrepan sobre si esta criptomoneda tiene futuro como medio de pago o como activo de inversión, pero muchos coinciden en que el blockchain o cadena de bloques, la tecnología sobre la que se basa esta y otras divisas similares, ha llegado para quedarse. Mientras proliferan las aplicaciones de este sistema descentralizado de almacenamiento de datos en campos como la administración pública, la conducción automática de automóviles o la distribución energética, crecen las dudas sobre la viabilidad del bitcoin como moneda, debido sobre todo a su extrema volatilidad. En su primera década de vida, la evolución del precio del bitcoin se asemeja a una montaña rusa zarandeada por estallidos de popularidad, sonados ataques informáticos contra casas de cambio y vaivenes en la actitud de los reguladores nacionales. Entre los mayores hitos en la historia del bitcoin destacan la decisión de Japón de legalizarlo como forma de pago en el 2016, su práctica prohibición en China desde mediados del 2017, y su debut a finales de ese año en el mercado de futuros CBOE de Chicago y en el CME, la principal plaza de derivados financieros de EE.UU. Esta última medida propició una espectacular escalada en el precio del bitcóin hasta rozar los 20.000 dólares la unidad (17.300 euros), su pico hasta la fecha y casi 20 veces el valor con el que arrancó 2017. Hoy se compra a unos 6.330 dólares (5.572 euros), tras una prolongada mala racha calificada por algunos analistas como el estallido de la "cripto-burbuja", mientras que otros recuerdan que un bitcóin valía apenas cinco centavos de dólar en el 2010 y 430 dólares (378 euros) a mediados del 2016. La capitalización de todas las criptomonedas asciende actualmente a 203.000 millones de dólares, de los cuales un 54% corresponden solo al bitcoin, según datos de la plataforma Coinmarketcap."Se trata de una fase de depresión tras la locura del año pasado", explico el analista Charles Hayter, de la web especializada Cryptocompare, quien señala que el bitcoin atraviesa las mismas fases cíclicas propias de todo mercado, aunque "de forma más exacerbada por ser una tecnología naciente". Las criptomonedas ofrecen una alternativa "más barata, más eficiente y global" frente a las monedas tradicionales, destaca Hayter, quien añade que la temida guerra de divisas entre China y EE.UU. podría suponer una nueva oportunidad para que el bitcóin muestre su utilidad. Pero esta aún se mueve en un vacío legal en gran parte del mundo, mientras un sinfín de productos financieros derivados está pendiente de la aprobación de diversos organismos reguladores, como sucede en EE.UU. con los fondos de inversión cotizados basados en esta criptodivisa. Esta situación podría cambiar en el 2020, un año en el que Japón, país pionero en la regulación de los mercados de criptomonedas a raíz del hackeo de la casa de cambio Mt.Gox en el 2014, quiere sacar adelante una normativa internacional coordinada para el sector, aprovechando su presidencia del G20. En cualquier caso, el libro blanco del bitcóin, un documento de nueve páginas de carácter técnico y en su día solo accesible para un reducido grupo de libertarios apasionados de la criptografía y de los sistemas monetarios alternativos, sigue siendo objeto de estudio y de debate a una década de su publicación :)

FLEXPAI: El primer smartphone con pantalla plegable

El sueño de los móviles flexibles ya es una realidad. Adelantándose a Samsung y Huawei, que también persiguen el mismo objetivo, la firma china Royole ha presentado este jueves FlexPai, un dispositivo de pantalla plegable que permite abrirse como un libro para alargarse hasta unas 7,8 pulgadas, un tamaño cercano al formato tablet. Lo que vemos en las imágenes no es un prototipo, sino que es un modelo destinado a la comercialización. Cuenta con una enorme pantalla de 7,8 pulgadas (casi como la del iPad Mini) de resolución todavía desconocida capaz de doblarse 180 grados en horizontal. Al hacerlo, el panel pasa a ser de 4 pulgadas y según la empresa, soporta hasta 200.000 pliegues. Se desconocen las dimensiones, pero el medio italiano HDBlog ha podido saber que el grosor del dispositivo es de 7,8 milímetros cuando está desplegado. Al plegarse, el cuerpo resultante será de más del doble de grosor, superando la barrera de los 15 milímetros. En lo que a especificaciones se refiere, el FlexPai tiene 6 u 8 GB de memoria RAM, el procesador Snapdragon 8150 (según Ice Universe) y entre 128 y 256 GB de almacenamiento. Como sistema operativo lleva Water OS, que entendemos es una especie de fork de Android, aunque la empresa no ha mencionado nada al respecto. Lo que llama poderosamente la atención es que, aun siendo una empresa casi desconocida, el producto está listo para su comercialización. De hecho, la compañía ha confirmado que lanzará oficialmente en diciembre una versión para desarrolladores europeos y norteamericanos. Su precio, eso sí, no es reducido. Estamos hablando de una tecnología nueva y propietaria que se paga más cara que algunos de los principales gama alta de marcas como Apple o Samsung. El modelo de 6 GB de RAM y 128 GB de almacenamiento, que es el más básico, tiene un precio de 1.388 euros, mientras que el modelo superior, de 8 GB y 256 GB de almacenamiento, supera los 1.500 con un precio de 1.539 euros. La versión más cara, que parece una suerte de especial edition, tiene 8 GB de RAM y 512 GB de ROM y su precio es de 1.646 euros :)
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