TIEMPO RE@L

miércoles, 25 de abril de 2018

BITCOIN: ¿Una criptomoneda segura y confiable?

Para unos es la moneda del futuro, mientras que para otros, una burbuja. Lo cierto es que el bitcoin no deja de ser noticia debido a los vaivenes de su cotización. La dificultad por entender sus mecanismos técnicos, financieros y sociales no ayuda a definirse. ¿Es posible entender el bitcoin sin ser experto en informática? Siempre es mejor empezar por las continuidades: “Como fenómeno del mundo financiero, el bitcoin y las criptomonedas en general son otro eslabón en la transformación del dinero en información digital. Este proceso de digitalización se inicia en los años ‘70 cuando acaba la posibilidad de convertir dólares en oro y empiezan a implementarse las primeras formas de pago digital. Hoy se calcula que al menos el 90 por ciento del dinero está bajo esa forma. Pero el bitcoin lleva las cosas más allá: no sólo son números en una pantalla; ni siquiera hay un Estado o un sistema bancario que avale ese dinero con el peso de su historia. Bitcoin es una moneda descentralizada, en la que todos y nadie tiene el control, y que permite transacciones de forma anónima (o casi). Estas particularidades ejercen un atractivo irresistible sobre todo para los extremos del espectro político: anarquistas y libertarios que lo ven como una forma de socavar Estados y al sistema bancario. Algunos prefieren esta moneda por su practicidad, pero la falta de controles también atrae a quienes especulan con ellas para obtener jugosas ganancias. La historia del bitcoin es de película: en 2008 apareció un artículo firmado con el seudónimo Satoshi Nakamoto en el que se describía el protocolo informático de bitcoin. Este es, muy resumidamente un sistema de cadena de bloques o blockchain. Cada bloque que registra las nuevas transacciones requiere un proceso matemático realizado por nodos; una vez validadas, la información se suma a la cadena, el resto la verifica y queda registrada para todos. La gran ventaja que tiene este sistema es que si alguno de los bloques anteriores se ve modificado queda en evidencia en los posteriores. El sistema distribuido dificulta que alguien controle la moneda o la “robe” y que todos puedan garantizar en conjunto la validez de las transacciones. En concreto, los poseedores de esta moneda tienen una billetera virtual en una aplicación y desde allí hacen las transacciones a otras. Las personas no necesitan revelar su nombre en ningún momento, rasgo ideal para realizar transacciones ilícitas, aunque su popularidad creciente y la simplicidad para realizar transacciones atrae a más negocios a admitir el pago en esta y otras monedas virtuales. La falta de controles también la hace particularmente atractiva para intercambios internacionales. La gran pregunta es: ¿por qué esta moneda se acepta como portadora de valor? Porque la gente cree que tiene valor y la acepta. La respuesta es tautológica, es cierto, pero también es aplicable a los billetes o a los números que aparecen en una pantalla con nuestro saldo de cuenta: el dinero ya es casi siempre solo una convención. La comunidad en torno a bitcoin ha crecido en el mundo y se pueden adquirir los primeros por cajero tras depositar efectivo, comprándolos con tarjeta de crédito (el problema es que se pierde el anonimato al hacerlo) o vendiendo productos. Uno de los puntos más problemáticos del bitcoin es la prueba de trabajo necesaria para validar las transacciones. Cada vez que alguien hace un intercambio de bitcoins la información circula por la red y los nodos deben hacer una validación de la misma por medio de una compleja operación matemática. A cambio de este trabajo se obtienen bitcoins como recompensa, aunque en forma decreciente ya que el sistema está diseñado para que los últimos se produzcan en 2033. Para desacelerar la emisión la retribución por “minar” es cada vez menor, algo que se ve compensado por la tasación creciente de la moneda en el tiempo (aunque con altibajos pronunciados) y por las comisiones que se pagan por cada transacción. Actualmente la moneda lleva un tiempo cotizando los 8000 dólares la unidad con picos de casi 20.000. Cotidianamente se producen cerca de 300.000 transacciones diarias que deben agregarse a la cadena de bloques. Esa prueba de trabajo es cada vez más compleja y el sistema establece que se acepte una cantidad limitada de transacciones cada diez minutos. Solo el primero en validar un nuevo bloque recibirá el premio; por eso, la competencia es feroz y tiene un impacto real en el consumo energético global. Recientemente la ciudad de Plattsburgh en Estados Unidos, vecina a una central hidroeléctrica y con energía subsidiada, debió prohibir la minería de bitcoins que se realizaba en viejas fábricas abandonadas porque había forzado la importación de electricidad a precio de mercado. Estos emprendimientos ni siquiera generaban puestos de trabajo. El costo energético plantea límites serios a la expansión del bitcoin como moneda de intercambio, ya que las transacciones actuales representan una ínfima porción de las transacciones diaria en el mundo. Si todas se hicieran con bitcoins, el planeta estallaría. ¿Qué hay detrás de tanta complejidad? Lo que muchos ven como una mera cuestión tecnológica y neutral se entreteje, como siempre, en la trama social. En la medida en que pocos actores tienen mucho poder, pueden operar especulativamente sobre la moneda para obtener ganancias rápidas. En algún momento va a haber muchos perdedores y pocos ganadores como en todas las burbujas, aunque es difícil saber qué ocurre realmente con esta moneda, ya que la mayoría de los medios especializados no entiende las implicancias financieras y sociales pero repite acríticamente noticias que pocas veces se comprueban. Desde el punto de vista de quienes defienden las monedas virtuales, bitcoin es una forma de socavar Estados corruptos y bancos que inventan dinero; ahí proponen un cierto margen de independencia frente a las intromisiones del sector financiero, de la banca comercial y cierta posibilidad de operar con dinero digital de una forma anónima. Pero si se plantea como una alternativa al sector financiero, el panorama es más complejo, porque nadie lo controlaría. El mayor riesgo de la moneda es que al hacerse tan grandes las operaciones de minería se generan vínculos con proveedores de energía privados o el Estado. El riesgo es que se podría armar una lista de a quienes se les validan transacciones y a quiénes no. Eso tendría mucho impacto en la credibilidad de la moneda. ¿Tendría que regularse para detener la especulación o no? Ese es el dilema que se presenta con las criptomonedas :(
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