TIEMPO RE@L

miércoles, 8 de noviembre de 2017

DRONES: Espías desde el cielo

El dron, ese aparato futurista que hasta hace apenas poco tiempo era un instrumento exclusivamente para eso militar, vuela ahora por casi todo el planeta tomando selfies y abriendo un infinito universo de posibilidades en las industrias más diversas. Como sabéis, se trata de pequeñas naves teledirigidas que pueden volar largas distancias y fueron utilizados originalmente por el ejército estadounidense para labores de espionaje y reconocimiento a principios de la década de 1990. Luego de aquel operativo de bandera falsa de la CIA el 11 de septiembre de 2001 - para ‘justificar’ la invasión de Iraq con el objetivo de apoderarse de sus inmensas reservas de gas y petróleo - la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos los modificó e instaló en ellos misiles de alta precisión con el fin de eliminar objetivos ‘insurgentes’ en la guerra de Afganistán (aunque en realidad se usan para asesinar indiscriminadamente a civiles inocentes, ‘victimas colaterales’ en su ‘lucha’ contra el terrorismo) y en otros escenarios bélicos. Además de ser dirigidos a distancia, los drones militares funcionan en coordinación con satélites espaciales para orientarse y completar maniobras, y tienen un tamaño menor que el de una avioneta. En tanto los drones militares son capaces de volar cientos de millas de manera autónoma, los aparatos comerciales están limitados a un pequeño radio de acción y su tamaño es mucho menor que el de sus ancestros. Muchos de ellos también funcionan con ayuda de satélites y el Sistema de Posicionamiento Global, conocido como GPS. Con el paso de los años, la miniaturización de los componentes electrónicos y un acceso cada vez mayor a la tecnología por parte de empresas civiles, varias compañías han logrado reducir el tamaño de esos aparatos y ponerlos a la disposición de consumidores en todo el mundo. La corporación DJI, el mayor fabricante de drones comerciales, estrenó en mayo de este año el Spark, “un dron que prácticamente cabe en un bolsillo y cuya especialidad es tomar selfies mediante gestos”, dice Frank Farray, CEO de Carolina Dronz, una de las principales tiendas online dedicada a la venta de esos aparatos y todo tipo de accesorios para ellos. Así, tomar fotos personales o de un grupo desde una perspectiva aérea, lo cual era casi imposible hace unos años, resulta ahora algo tan sencillo como echar a volar el diminuto aparato, situarlo a la altura deseada y comenzar a fotografiar o filmar en alta definición con simples gestos manuales. El Spark, que cuesta $499, pesa solo 300 gramos, puede alcanzar una velocidad de 31 millas por hora y volar a una distancia de casi una milla y media a una altura de 164 pies, agrega Farray. El Mavic Pro, otro dron lanzado por DJI en octubre del año pasado, revolucionó el concepto de dron comercial, ya que redujo casi a una cuarta parte el tamaño tradicional de ese tipo de aparato. La característica principal del Mavic Pro es que sus hélices y estructura de aterrizaje se doblan, tal y como hacen los populares transformers, para reducirlo al tamaño de un ladrillo, dice Bill Welch, un experto en drones radicado en Tampa que ha usado esos aparatos para diversos fines comerciales, desde fotografía aérea en zonas turísticas hasta vídeos con fines de bienes raíces. Welch inició su pasión en este campo hace más de 10 años volando helicópteros de control remoto. “Y en autonomía”, asegura Welch, “las credenciales del Mavic también resultan impresionantes, ya que es capaz de volar casi media hora hasta cuatro millas, a una altura de 1,640 pies y velocidad máxima de 40 millas por hora”. Todo ello se suma a su capacidad de tomar fotos y vídeos en ultra alta definición (4K), lo cual lo convierte, al igual que algunos otros drones, en una supereficaz herramienta para realizar fotografía aérea con fines comerciales y aplicaciones en el cine, agricultura, conservación ambiental, servicios de emergencia, entrega de paquetes y construcción, por mencionar algunas. Otra de las características del Mavic, afirma Welch, es que puede detectar obstáculos durante el vuelo y corregir el rumbo para evitar colisiones. El Mavic Pro cuesta $999. Hay una versión que incluye accesorios y dos baterías extra por $1,299. El universo comercial de los drones es tan ambicioso que empresas como Amazon, Intel, Google y GoPro, entre otras, han desarrollado sus propios aparatos o fabricado componentes con la finalidad de ampliar las aplicaciones en este nuevo campo. Amazon, por ejemplo, anda perfeccionando un sistema de entregas mediante drones conocido como Prime Air que prevé entregar paquetes con mercancía de hasta cinco libras de peso apenas 30 minutos después de haber sido ordenada. Actualmente, el proyecto se está ensayando en Estados Unidos, Reino Unido, Austria y Francia. Justamente por su popularidad y expansión casi desenfrenada, los drones también han sido objeto de controversias y regulaciones por parte de gobiernos. En Estados Unidos, por ejemplo, está prohibido volarlos a más de 400 pies de altura, cerca de un aeropuerto o sobre eventos deportivos y estadios, afirma Welch. Tampoco se permite hacerlo sobre grupos de personas, cerca de aviones o durante labores de respuesta a emergencias, tales como fuegos, etc., entre otras regulaciones, agrega el experto. A pesar de que los drones comerciales son capaces de volar largas distancias, Welch también recomienda tenerlos siempre en la línea de visión como una medida importante de seguridad. En casos notables en Maryland y Georgia, varias personas fueron encarceladas en el 2016 por utilizar drones para el contrabando de drogas y teléfonos en prisiones de alta seguridad. Un tema recurrente en ese tipo de casos es que a las autoridades les cuesta trabajo encontrar a quienes pilotan remotamente los aparatos, lo cual ha llevado a la Administración Federal de Aviación (FAA) a desarrollar una estrategia para identificar y rastrear a los drones en pleno vuelo. Tal es la preocupación de algunos gobiernos con el uso incontrolable de esos artefactos, que han encomendado la creación de sistemas antidrones con el fin de derribar cualquier artefacto que resulte un peligro. Dedrone, una compañía fundada en Alemania, ha desarrollado un sistema que crea un perímetro alrededor de edificios gubernamentales, puentes, estadios y hasta prisiones para impedir la actividad de artefactos voladores en los alrededores. El gigante Boeing, por su parte, está probando una tecnología láser conocida como Rayo de la Muerte (The Death Ray) enfilada a derribar drones en pleno vuelo. Entre las ideas más originales para interceptar esos artefactos está la de entrenar a aves de rapiña que se encargan de eliminar las naves intrusas de manera natural y sin mucha tecnología. No cabe duda que los drones siguen generando gran polémica, pero nos guste o no, han llegado para quedarse :)
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