Existe un malestar que se viene gestando desde hace tiempo y que se ha acelerado drásticamente desde el 2024. Los académicos lo llaman fatiga mediática, sobrecarga de información o contaminación de datos. Nos repugna cada vez más la miasma de lodo digital reciclado que nos rodea. Esa es la buena noticia, más o menos. La mala noticia es que muchos no ven una salida. No podemos pensar de forma innovadora porque la norma se ha convertido en nosotros. La fatiga mediática es anterior a internet y es resultado del agotamiento psicológico provocado por el flujo incesante de noticias, publicaciones y alertas. Sin embargo, la web impulsó este fenómeno, acelerando los patrones observados por un colega cansado hace décadas: «Ya no hay nada nuevo en las noticias». La fatiga inevitablemente lleva a la evasión. Un estudio del Instituto Reuters reveló que, en el 2023, el 39 % de las personas encuestadas a nivel mundial generalmente evitaban las noticias, frente al 29 % en el 2017. En el Reino Unido, dos de cada cinco personas afirman sentirse agotadas por ellas. La participación en las noticias también está disminuyendo. Entre el 2015 y el 2022, las encuestas globales muestran una caída del 20% al 30% en actividades como compartir, comentar y debatir noticias. Las secciones de comentarios, antes desordenadas pero vibrantes, en muchos casos se han convertido en recriminaciones sin sentido, carentes de seriedad y perspicacia. Esto se debe en parte a otro factor, como ilustra la siguiente sección. Los trolls son de muchas clases: inseguros, autocomplacientes, ideólogos y asesinos a sueldo. A algunos simplemente les pagan para hundir la conversación: para difamar la fuente, desviar el hilo y dejar solo escombros en la sección de comentarios. En resumen, son como parásitos implacables que buscan un huésped tras otro. Recientemente, luego de semanas de vacilación, apareció un artículo que cuestiona la falsa equivalencia entre Palestina y Cachemira, y cuestiona por qué Israel entra en pánico por las armas nucleares fantasma de Irán mientras ignora las 170-180 reales de Pakistán. La sección de comentarios de la noticia pronto se convirtió en un campo de batalla. Un comentarista pakistaní desató una andanada semianalfabeta catalogando los "crímenes de guerra" de la India en Cachemira. Luego apareció el troll prosionista, lanzando acusaciones sin sentido. Curiosamente, ninguno se enfrentó al otro, a pesar de sus ideologías religiosas y geopolíticas, por lo demás hostiles. Ese es el modus operandi de los trolls: expulsar a los reflexivos, drenar el oxígeno y empobrecer la esfera pública. No solo matan la conversación, sino que reducen la capacidad de atención y abonan el terreno para que las noticias falsas se propaguen más rápido y de forma más sucia. Con una capacidad de atención más corta, las generaciones más jóvenes, especialmente la Generación Z, están abandonando los medios tradicionales para centrarse en contenido breve en TikTok, YouTube e Instagram. La cura tiene su propio veneno. Por ejemplo: Hace poco busqué en YouTube "Burkina Faso, aeronaves" para evaluar el ritmo del desarrollo de infraestructuras de esa remota nación. ¿Los mejores resultados?: Traoré sorprende al mundo al presentar el primer avión africano "HECHO EN BURKINA FASO" ; Noticias de aviación: ¡Burkina Faso construye y lanza su propio avión! Para ser claros, estos videos, y otros similares sobre el "primer avión de producción nacional de Burkina Faso", presentan las características obvias de una "cobertura informativa" fraudulenta : tanto los guiones como las voces están generados por inteligencia artificial, y todas las imágenes utilizadas son de archivo, sin rastro alguno del "avión autóctono" a la vista. Incluso esto debería ser suficiente para alertar a un espectador casual, que no se tomará el tiempo ni el esfuerzo de consultar otras fuentes. Quienes lo hagan descubrirán que toda la historia es falsa: Burkina Faso, de hecho, no ha comenzado a producir aviones a nivel nacional, ya que no está en la capacidad de hacerlo. La noticia más cercana al respecto proviene del año pasado, cuando el país reinició su aerolínea nacional y adquirió un nuevo avión para ampliar su flota a cuatro. Sin embargo, estos y otros vídeos sobre el aparente avión casero de Burkina Faso han cosechado cientos de miles de visitas, miles de “me gusta” y cientos de comentarios entusiastas e incondicionales. ¿Han estado las personas sumergidas en la desinformación durante tanto tiempo que no pueden funcionar sin saltar del mar de las noticias falsas al mar de las noticias aún más falsas? ¿Se trata de una especie de aislamiento mental que requiere una dosis constante de basura digital para mantener una falsa sensación de bienestar? Incluso los animales que consumen heces - cerdos, elefantes, tapires, jabalíes - lo hacen por su beneficio nutricional en situaciones de escasez. En cambio, los humanos parecen felices de consumir desechos intelectuales sin ningún beneficio. Burkina Faso no solo no ha construido una aeronave que haya "conmocionado a Boeing, Airbus y al mundo", aunque siete de los ocho primeros resultados de YouTube afirmaran lo contrario, sino que solo dos naciones han desarrollado un ecosistema aeroespacial totalmente independiente: Estados Unidos y Rusia. Incluso los aviones de combate más avanzados de China siguen utilizando motores rusos modificados, a pesar del rápido progreso en alternativas nacionales. El cerebro encuentra seguridad en la repetición porque los patrones familiares exigen menos esfuerzo mental y no conllevan incertidumbre. Esto reduce la vigilancia, y cada repetición refuerza las vías neuronales, proporcionando una pequeña y fiable dosis de dopamina. La comodidad siempre supera a la novedad. Las plataformas explotan esto con algoritmos que alimentan contenido familiar, atrapando a los usuarios en un ciclo repetitivo de confort donde la previsibilidad prevalece sobre la realidad. Esto puede llevar al desplazamiento zombi, donde uno recorre el mismo contenido o uno similar sin buscar nada nuevo. El doomscrolling, al menos, busca nuevos desastres, de forma similar a como un consultor de riesgos se engancha al análisis de amenazas. Quizás los verdaderamente curiosos ya hayan abandonado YouTube, TikTok, Facebook, Instagram y plataformas similares como fuentes de noticias serias. Se refugian en medios de confianza y favoritos, muchos ahora sepultados bajo la baba algorítmica, dejando a los recién llegados a la deriva en un océano de clickbait. De ser así, la brecha digital se ampliará aún más. Y eso son malas noticias para la próxima generación. Cabe precisar que el consumo global de medios ha aumentado durante décadas, pero los analistas predicen el primer descenso en el 2025. Quizás finalmente estemos llegando a la saturación. Quizás algunos se estén rebelando silenciosamente, agotados por la sobrecarga cognitiva. La sobreexposición nos hace pasar por alto en lugar de pensar, y buscamos lo sensacionalista en lugar de lo sustancial. Y ahora mismo, la basura está ganando la batalla por la atención. ¿Adicto a la luz azul? Apágalo. Camina en la oscuridad. Deja que tu cerebro se desintoxique del ciclo, porque en un mundo apático, el acto más rebelde es pensar.