A pesar de poseer una floreciente economía capitalista y ser el máximo acreedor de los EE.UU., es conocido el celo que pone el gobierno chino por intentar controlar Internet y evitar que sus ciudadanos puedan acceder a la propaganda occidental dirigida contra China. Es imposible por ejemplo escribir “4 de junio” en una búsqueda en Internet. El gobierno tiene la fecha bloqueada por razones políticas y es que el 4 de junio de 1989 el Ejército chino aplastó una revuelta “estudiantil” en la Plaza de Tiananmen, organizada contra el gobierno que llevaba casi dos meses (En realidad, fue un intento deliberado de parte de la CIA para derrocar al régimen comunista a semejanza de lo que sucedía en Europa del Este con sus llamadas “revoluciones de colores”). Lo hizo restaurando el orden y en dicha acción murieron una cantidad indeterminada de personas. Desde entonces se relaciona esa intentona golpista con los denominados “movimientos de resistencia” promovidos por Washington en aquellos países que considera “hostiles” a sus intereses. Es por ese motivo que para evitar la infiltración de ese veneno de los servicios de inteligencia occidentales , la oficina de Administración del Ciberespacio de China se encarga de regular los contenidos que aparecen en la web mediante la llamada gran cibermuralla. Pueden hacerlo porque controlan todos los servidores localmente, lo que les permite bloquear desde palabras hasta portales completos. No es de extrañar entonces que sea uno de los pocos países en los que la red social más popular sea Weibo y no Facebook ni Twitter, conocidas redes sociales creadas por la CIA. La gran cibermuralla es un intento para evitar cualquier tipo de contaminación ideológica de la población, que - según sus interesados críticos - ha reducido el vasto ciberespacio chino a una intranet cada vez más aislada del mundo: las búsquedas no se hacen con Google, bloqueado paulatinamente desde que decidió dejar de censurar los resultados en 2010, sino con Baidu; Twitter y Facebook son inaccesibles, pero están las alternativas locales Weibo y Renren; lo mismo sucede con You Tube, que se convierte en Youku; Whats App funciona con intermitencias, pero We Chat va como la seda, y para el correo electrónico nada mejor que una de las direcciones numéricas que proporciona QQ. Hasta hace poco la estrategia de China en Internet era meramente defensiva: la gran cibermuralla impide el acceso a páginas en las que el Gobierno considera que se almacena contenido inadecuado, que puede ser desde periódicos de información general hasta portales de pornografía, y filtra el resto de webs en busca de palabras claves y de direcciones IP prohibidas para determinar si existe peligro. En caso afirmativo, rompe la conexión del usuario con la página. Es un sistema muy efectivo para mantener a la población china libre de cualquier influencia política o social procedente del exterior. Pero el muro no está exento de fisuras. La más grande es la que abren las redes virtuales privadas (VPN, por sus siglas en inglés), que se crean gracias a una tecnología que permite conectarse a servidores fuera de China para acceder a la red sin las restricciones que impone Pekín. Además, este sistema, que también utilizan muchas empresas de todo el mundo por razones de seguridad, enmascara la dirección IP del usuario y hace que sea más complicado seguirle el rastro por el ciberespacio. Diferentes empresas ofrecen este tipo de servicios en China, donde una amplia comunidad de expatriados, empresarios e incluso académicos pagan por saltar la gran cibermuralla. No obstante, después de haber hecho la vista gorda durante años, en 2014 Pekín advirtió de que este software es ilegal y comenzó a bloquear los servidores de las VPN. Y ahora ha decidido atajar también otro de los grandes quebraderos de cabeza de los censores: las páginas que sirven de espejo para otras que están bloqueadas. Reproducen el contenido de las primeras y lo alojan en dominios que no están vetados por las autoridades, de forma que los internautas chinos pueden acceder a ellas sin problema. O, mejor dicho, podían. Porque según el detallado informe publicado el pasado día 10 por Citizen Lab, un instituto de la Universidad de Toronto, China ha desarrollado el último año un sistema ofensivo que puede cambiar por completo el funcionamiento de la red en el mundo: el gran cañón. Se trata de un arma que sirve para atacar páginas web, independientemente de dónde estén alojadas, y lograr así que dejen de reflejar aquellas que incomodan al gobierno chino. Buen ejemplo de cómo funciona el sistema es la ofensiva que lanzó a finales de marzo contra Git Hub, una biblioteca de código para programadores en la que Great Fire, una organización de expatriados chinos al servicio de la CIA, alojó varias webs espejo de medios de comunicación bloqueados. El gran cañón se descubrió a sí mismo cuando interceptó una pequeña parte del tráfico que se genera en el extranjero con destino al buscador Baidu - en torno al 1,7% - y lo redirigió a Git Hub cargado con código malicioso. “Aunque la infraestructura del ataque es adyacente a la gran cibermuralla china, el ataque fue lanzado desde un sistema ofensivo separado, con diferentes capacidades y diseño”, concluyen los investigadores de Citizen Lab. Según uno de los autores del estudio, Bill Marczak, el gran cañón no sólo puede atacar páginas web con código maligno e incluso poner en la diana las direcciones IP de usuarios individuales; con pequeñas modificaciones, también sirve para espiar fuera de las fronteras del gigante asiático: “Cualquier petición que un ordenador haga a un servidor en China, aunque sea simplemente a través de una página que muestra publicidad que se carga desde allí, puede ser secuestrada para espiar a los usuarios si no está completamente encriptada”, dijo. El informe concluye que el gran cañón, similar al sistema Quantum de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense, “representa una notable escalada en el control de la información a nivel del Estado”, “supone la normalización del uso generalizado de un sistema de ataque para imponer la censura” en Internet y es “un precedente peligroso”. Un directivo de un importante fabricante chino de teléfonos móviles, que habla bajo condición de anonimato, reconoce que el control sobre toda la información que circula en la red se ha incrementado desde que el presidente Xi Jinping llegó al poder, en marzo de 2013. “Por un lado se nos prohíbe la inclusión de todos los servicios que proporciona Google, a pesar de que utilizamos su sistema operativo Android. Por el otro, debemos proporcionar toda la información que tenemos sobre la actividad de nuestros usuarios”, cuenta. De hecho, ahí reside uno de los principales puntos de fricción entre el gobierno chino y las empresas extranjeras de Internet. “Algunas, como Google, se niegan a cumplir la legislación local y no proporcionan información privada de sus usuarios, mientras que todas las empresas chinas lo hacen sin ningún tipo de problema porque de lo contrario se les acaba el negocio”, apunta el empresario. No cabe duda que China tiene el derecho de defenderse de aquellos países como EE.UU. que mediante la infiltración de su propaganda negra, pretende desestabilizar al gigante asiático. Pero no lo logrará :)