Fundó Apple en un garaje y desde allí revolucionó el mundo de la informática. Era el año 1976 y los ordenadores de entonces tenían pantallas de un solo color sobre las que sólo se podían escribir letras y números. Nada de ratón, nada de gráficos, nada de iconos ni de dobles clic para abrir y cerrar programas. Nada de papeleras. Pero la idea de Steve Jobs era otra. Había que hacer un ordenador auténticamente personal. Es decir, hecho para las personas, que cualquiera pudiera manejar de forma sencilla. Era la máquina la que debía trabajar para el ser humano, y no al revés. Así de sencillo. Surgieron los primeros Mac y de inmediato se abrieron un lugar destacado en el entonces incipiente mundo de la informática doméstica. Jobs guió con éxito a Apple hasta 1984, año en que fue apartado de la dirección de la compañía que él mismo había creado. Fue para ella el principio de un declive que no terminaría hasta 1997, el año de su regreso. Durante esos trece años de ausencia, Apple perdió el norte y se embarcó en una larga serie de proyectos que casi la llevan a la ruina. Jobs, por el contrario, aprovechó ese tiempo, entre otras cosas, para comprar una pequeña compañía de diseño por ordenador: Pixar, y convertirla en otro de los grandes casos de éxito empresarial de las últimas décadas. El regreso de Jobs a Apple puso fin al errático camino de la empresa. Eliminó de un plumazo todos los productos «superfluos», se centró en los ordenadores Mac y empezó, despacio pero con paso firme, a recorrer su propia ruta hacia la innovación. Primero mejoró los Macs (de ese mismo año es el primer iMac, una pantalla con el ordenador integrado), y después fue asaltando, y conquistando una tras otra, las fortalezas de la industria musical, de la telefonía móvil, de la informática personal. Así llegó iTunes, el portal de internet por el que hoy pasa más del 70% de la música que se vende en el mundo. Y los iPods, quizá el dispositivo electrónico más vendido de la historia. En un mundo, el de la música, dominado hasta entonces por las grandes discográficas, Jobs metió una cuña e hizo posible que los usuarios (siempre en el centro de todas sus creaciones), pudieran elegir (y pagar) su música canción a canción (y no disco a disco). Que pudieran acceder a ella en cualquier momento a través de internet. Y que pudieran escucharla en un pequeñísimo dispositivo de gran capacidad. El universo musical se rindió sin remedio a sus pies. Después le tocó el turno a la telefonía móvil. Antes del iPhone las pantallas no eran táctiles y las aplicaciones para móvil prácticamente no existían. Los terminales, además, eran complicados y sólo un pequeño porcentaje de los usuarios era capaz de aprovechar todas sus capacidades. Hoy, sin embargo, todo eso ha cambiado. Gracias a la posibilidad de elegir entre cientos de miles de aplicaciones diferentes, ningún móvil se parece a otro, ya que cada teléfono hace no lo que quiere el fabricante, sino lo que quiere su dueño. Cada cual descarga lo que necesita y personaliza el móvil a sus necesidades o gustos reales. Ni qué decir tiene que, una vez más, la visión de Jobs se convirtió en un éxito rotundo. Hoy, todos los teléfonos se parecen al iPhone. Y finalmente llegó un concepto extraordinario y sencillo que a nadie se le había ocurrido aún: el iPad, su último éxito arrollador, que se convirtió en un nuevo objeto de deseo que los demás fabricantes se han puesto, una vez más, a fabricar como locos.Ahora, con la retirada del genio del campo de batalla, todo el mundo se hace la misma pregunta: ¿Es posible Apple sin Steve Jobs?.Lo veremos. Eso es algo que sólo el tiempo puede decir. Pero pasará mucho tiempo hasta que volvamos a ver,reunidas en una sola persona, todas las cualidades de Jobs, el hombre que colocó a las personas en el centro de la tecnología :)
TIEMPO RE@L
sábado, 27 de agosto de 2011
STEVE JOBS: El hombre que puso la tecnología al alcance de la mano
Fundó Apple en un garaje y desde allí revolucionó el mundo de la informática. Era el año 1976 y los ordenadores de entonces tenían pantallas de un solo color sobre las que sólo se podían escribir letras y números. Nada de ratón, nada de gráficos, nada de iconos ni de dobles clic para abrir y cerrar programas. Nada de papeleras. Pero la idea de Steve Jobs era otra. Había que hacer un ordenador auténticamente personal. Es decir, hecho para las personas, que cualquiera pudiera manejar de forma sencilla. Era la máquina la que debía trabajar para el ser humano, y no al revés. Así de sencillo. Surgieron los primeros Mac y de inmediato se abrieron un lugar destacado en el entonces incipiente mundo de la informática doméstica. Jobs guió con éxito a Apple hasta 1984, año en que fue apartado de la dirección de la compañía que él mismo había creado. Fue para ella el principio de un declive que no terminaría hasta 1997, el año de su regreso. Durante esos trece años de ausencia, Apple perdió el norte y se embarcó en una larga serie de proyectos que casi la llevan a la ruina. Jobs, por el contrario, aprovechó ese tiempo, entre otras cosas, para comprar una pequeña compañía de diseño por ordenador: Pixar, y convertirla en otro de los grandes casos de éxito empresarial de las últimas décadas. El regreso de Jobs a Apple puso fin al errático camino de la empresa. Eliminó de un plumazo todos los productos «superfluos», se centró en los ordenadores Mac y empezó, despacio pero con paso firme, a recorrer su propia ruta hacia la innovación. Primero mejoró los Macs (de ese mismo año es el primer iMac, una pantalla con el ordenador integrado), y después fue asaltando, y conquistando una tras otra, las fortalezas de la industria musical, de la telefonía móvil, de la informática personal. Así llegó iTunes, el portal de internet por el que hoy pasa más del 70% de la música que se vende en el mundo. Y los iPods, quizá el dispositivo electrónico más vendido de la historia. En un mundo, el de la música, dominado hasta entonces por las grandes discográficas, Jobs metió una cuña e hizo posible que los usuarios (siempre en el centro de todas sus creaciones), pudieran elegir (y pagar) su música canción a canción (y no disco a disco). Que pudieran acceder a ella en cualquier momento a través de internet. Y que pudieran escucharla en un pequeñísimo dispositivo de gran capacidad. El universo musical se rindió sin remedio a sus pies. Después le tocó el turno a la telefonía móvil. Antes del iPhone las pantallas no eran táctiles y las aplicaciones para móvil prácticamente no existían. Los terminales, además, eran complicados y sólo un pequeño porcentaje de los usuarios era capaz de aprovechar todas sus capacidades. Hoy, sin embargo, todo eso ha cambiado. Gracias a la posibilidad de elegir entre cientos de miles de aplicaciones diferentes, ningún móvil se parece a otro, ya que cada teléfono hace no lo que quiere el fabricante, sino lo que quiere su dueño. Cada cual descarga lo que necesita y personaliza el móvil a sus necesidades o gustos reales. Ni qué decir tiene que, una vez más, la visión de Jobs se convirtió en un éxito rotundo. Hoy, todos los teléfonos se parecen al iPhone. Y finalmente llegó un concepto extraordinario y sencillo que a nadie se le había ocurrido aún: el iPad, su último éxito arrollador, que se convirtió en un nuevo objeto de deseo que los demás fabricantes se han puesto, una vez más, a fabricar como locos.Ahora, con la retirada del genio del campo de batalla, todo el mundo se hace la misma pregunta: ¿Es posible Apple sin Steve Jobs?.Lo veremos. Eso es algo que sólo el tiempo puede decir. Pero pasará mucho tiempo hasta que volvamos a ver,reunidas en una sola persona, todas las cualidades de Jobs, el hombre que colocó a las personas en el centro de la tecnología :)